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Vertedero Municipal de Antofagasta: pescar y fumar en el pasado prehispánico

Solapas secundarias

Producción e intercambio de bienes en el Formativo costero


Desde el litoral hasta el interior en Antofagasta se extendieron las amplias redes de intercambio que existieron durante el período Formativo, y de ellas queda constancia en la colección del cementerio Vertedero Municipal de Antofagasta.

El ajuar funerario se compone por objetos de producción costera local como:

  • Cabezales y barbas de arpón
  • Desconchadores óseos
  • Cuchillos líticos enmangados
  • Puntas de proyectil líticas
  • Huso de tortera
  • Perforador
  • Placa de cobre
  • Pesa
  • Tubos óseos (sobre huesos de ave)
  • Guijarro con pigmento rojo
  • 1000 cuentas discoidales de concha y 50 de mineral de cobre

También de bienes foráneos adquiridos mediante circulación o intercambio, como:

  • Vasijas cerámicas: cuencos, botellas y queros, negro pulido o café
  • Tabletas de madera y pipas
  • Cestería
  • Tubérculos (indeterminados, posiblemente yuca)
  • Collar y pulsera
  • Botellón de madera, sin asas
  • Miniatura de cerámica decorada, globular
  • Fragmentos de textiles o material orgánico, asociado a tabletas (posibles bolsos)
  • Caracol terrestre (Strophocheilus oblongus)

Hombres, mujeres, adultos y jóvenes consumían la misma dieta, que tenía como componentes centrales pescados y mamíferos marítimos, complementada en menor medida con "huevos de aves marinas, fauna terrestre, algas, moluscos, crustáceos, vegetales cultivados y silvestres" (Ballester y Clarot, 2014: 98).

La evaluación de isótopos estables en las osamentas reafirmó que eran 'gente de mar' y no sujetos foráneos, al comprobar que "no sólo fueron enterrados en cementerios costeros, sino que también pasaron sus últimos años viviendo en la costa" (Ballester y Clarot, 2014: 96).

Movilidad e intercambio en el Formativo

Los objetos del cementerio Vertedero Municipal de Antofagasta, expresan "redes interregionales de interacción, con evidencias que testimonian indiscutiblemente las conexiones entre las poblaciones de la cuenca del salar de Atacama, el litoral del Océano Pacífico y el Noroeste argentino" (Pimentel et al., 2011: 45).

Desde momentos tempranos, el desierto de Atacama se constituyó en un espacio intervenido por una red de rutas de larga distancia para el tráfico de bienes, que conectó el litoral, ambientes de oasis y quebradas altas de la puna.

Al inicio del período Formativo estas conexiones se intensificaron y pusieron en contacto en la costa arreica a dos tradiciones complejas (Núñez y Santoro, 2011). Prueba de ello es el hallazgo de caracoles terrestres (Strophocheilus oblongus) y cebil de bosques y selvas trasandinas, y cerámica de los oasis chilenos en el ajuar del cementerio Vertedero.

En los oasis de San Pedro de Atacama se encontró cebil del noroeste argentino y conchas del Pacífico (Oliva peruviana), evidencia de "que el tráfico de bienes e ideas cubrió desde selva-costa y viceversa" (Núñez y Santoro, 2011: 504).

Las poblaciones del interior articularon su movilidad mediante caravanas; con el apoyo de recuas de llamas, a diferencia de las poblaciones litoraleñas que se desplazaban peatonalmente y sin la ayuda de animales de carga, mediante cargueros individuales (Cases et al., 2008; Pimentel et al., 2011; Torres-Rouff et al., 2012).

Sus rutas implicaban desplazamientos de hasta 250 kilómetros norte-sur por el borde marítimo y 80 kilómetros este-oeste hacia las pampas y cordillera andina (Pimentel et al., 2011; Carrasco et al., 2015), en función de puntos de intercambio como los algarrobales de Quillagua.

El traspaso de objetos y conocimientos entre costa e interior indicaría que entre ambas poblaciones las relaciones eran estables y los viajes recurrentes (Pimentel et al., 2011), por lo que configuraron un modelo interdependiente (Núñez y Santoro, 2011).

Características del período Formativo en la Región de Antofagasta

Estrategias económicas novedosas como la domesticación y especialización, y la producción de distintos niveles de acumulación por parte de las sociedades cazadoras recolectoras 'arcaicas' derivó en lo que se conoce como período Formativo (Agüero, 2013).

Comprendido entre el 1500 a.C a 1000 d.C., se caracterizó por "cambios sustanciales en la economía y organización social, con una mayor intensificación en el uso del espacio regional, aparición de los primeros enclaves de sedentarización, junto a una economía excedentaria, la introducción de nuevas tecnologías (cerámica, metalurgia) y una ampliación de las redes de interacción interregional" (Pimentel et al., 2011: 44).

El Formativo expresó elementos particulares en los distintos territorios del norte grande.

En la costa árida:

  • Tempranos asentamientos humanos en enclaves como Caleta Huelén, Cobija, Paposo, Cerro Moreno y Taltal (Pimentel et al., 2011; Núñez y Santoro, 2011), propiciados por la diversidad y riqueza en recursos bióticos del Pacífico.
  • Modos de vida altamente móviles "en torno a espacios productivos variables, lugares sacralizados funerarios, ritos rupestres y festines colectivos" (Núñez y Santoro, 2011: 507).
  • Campamentos más dispersos de construcciones simples como tolderíos, con espacios productivos comunes para tareas específicas, como el faenamiento de peces, mamíferos marinos y camélidos silvestres.
  • Una dieta basada en estos recursos obtenidos mediante pesca, caza y recolección, complementada con productos hortícolas (Núñez y Santoro, 2011).
  • El desarrollo de metalurgia de cobre para anzuelos, barbas y cabeceras de arpones, y balsas para acceso a cardúmenes de alta mar y otros enclaves lejanos.
  • Las técnicas especializadas implicaron una optimización de la pesca y producción excedentaria de alimentos marinos, conservados mediante procesos de secado y salado.
  • Extracción de sal, pigmentos de óxido de hierro, fertilizante de aves o guano y conchas.

Estos productos atrajeron al litoral a los grupos caravaneros de las aldeas de los oasis del Loa y Atacama, cuyos productos de intercambio se han registrado también en túmulos funerarios en Mejillones, como la cerámica negra pulida de San Pedro de Atacama (Núñez et al., 2011; Ballester y Clarot 2014).

Así, en el interior y alta puna existió:

  • Una dieta basada en camélidos y recursos vegetales silvestres complementada con prácticas pecuarias y hortícolas iniciales, como el cultivo de tubérculos, quinua, maíz y aji.
  • Ocupaciones más estables en aldeas, el surgimiento de arquitectura pública y ceremonial, que expresaron procesos de creciente complejidad y desigualdad social.
  • Tecnología como arcos y flechas, cerámica, minero-metalurgia y piezas iconográficas en oro, plomo y cobre, cestería, cuentas de collar con microperforadores, pendientes, láminas líticas y artesanía textil.
  • Una incipiente domesticación de llamas, que aumentó la capacidad de carga y propició el caravaneo para circular bienes hacia la costa (Pimentel et al., 2011).

Tanto la vía pecuaria como la agromarítima posibilitaron concentraciones demográficas e intensificación productiva.

Continuidad en el modo de vida costero

El litoral de la Región de Antofagasta ha expresado una continuidad en el modo de vida pescador cazador recolector asociado a la explotación y consumo de recursos marinos.

Hasta la llegada de los incas, las ocupaciones humanas en zonas como Antofagasta y Taltal "parecen haber estado caracterizadas por una mayor movilidad residencial materializada en campamentos habitacionales más transitorios y con viviendas livianas" (Andrade et al., 2014: 486).

Restos humanos recuperados de distintos contextos arqueológicos indican que tanto la dieta como las principales actividades se habrían mantenido relativamente estables desde el Arcaico Tardío hasta el Alfarero Tardío.

Enfermedades articulares degenerativas, marcadores de estrés ocupacional y evidencias de condiciones paleopatológicas metabólicas e infecciosas en las osamentas, indican actividades de carga y levantamiento de peso, huellas de uso de remo y/o lanzamiento de estólica y arpón, al igual que alta movilidad residencial (Andrade et al., 2014; Ballester y Clarot, 2014).

Este modo de vida se ha consignado en fuentes históricas para los Changos donde se describe la movilidad de estos grupos a través de la pampa, para intercambiar productos.

A cambio de "pescado salado i seco, mariscos, cueros de lobos i de aves marinas, conchas grandes i pequellas, sartas de llancas i posiblemente algas comestibles (…) [recibían] maiz, frejoles i otros productos de la tierra; tejidos de lana, i mas tarde lana cruda o hilada, objetos de metal i piezas de alfareria pintada" (Latcham, 1910: 63).

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